Cualquiera podría pensar que la felicidad, esa percepción subjetiva de bienestar, está asociada con la calidad de vida; es decir, con las oportunidades para educarse o educar a los hijos, con la calidad del aire que se respira, con el salario que se gana, con el tiempo disponible para el ocio o con el sentirse seguro en las calles por donde se transita.
Pero para los mexicanos esa no parece ser la medida de la felicidad. No de acuerdo con las cifras que publicó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su Índice para una Vida Mejor.
Según el reporte los mexicanos tienen una mala calidad de vida en términos relativos, pero dicen ser ¡felices! incluso por encima de muchas sociedades económicamente desarrolladas y con mejor calidad de vida.
Según el reporte los mexicanos tienen una mala calidad de vida en términos relativos, pero dicen ser ¡felices! incluso por encima de muchas sociedades económicamente desarrolladas y con mejor calidad de vida.
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