Pero
a cambio goza de total independencia presupuestaria para decidir plenamente y
sin fiscalización alguna, sobre los recursos que obtiene. Así, el banco central
se ha caracterizado por su escasa rendición de cuentas de recursos que, a todas
luces, son públicos.
¿Cómo explicar a un mexicano promedio que gana 760 dólares al mes, que el gobernador del Banco de México obtiene un salario bruto de 28 mil dólares mensuales, unas 36 veces más, que la "ayuda para despensa" del gobernador suma casi 30 mil dólares al año o que el aguinaldo -compensación navideña- que recibe es superior a los 70 mil dólares cada año?
La fiscalización del gasto corriente que ejerce el banco central ha sido objeto de conversaciones soterradas y de una fuerte polémica de pasillo sin que ésta salga a la luz pública y mucho menos que se discuta abiertamente en los medios de comunicación. Y es que el carácter de banco autónomo también ha limitado la auditoria sobre el ejercicio de su gasto.
En el Banco de México la transparencia y rendición de cuentas sólo alcanzará una de las caras del cubo de Rubik porque, hasta ahora, no hay Ley o reglamento que exija a su Junta de Gobierno rendir cuentas puntuales sobre el manejo de los recursos de su gasto corriente.
Al contrario, el Banco de México goza de completa autonomía en su administración y presupuestos sin una normatividad clara respecto a la rendición de sus cuentas.
“Con esa medida (de autonomía presupuestaria) se cierra un obvio flanco de vulnerabilidad, que consiste en que las autoridades de la banca central podrían ser forzadas a actuar en una forma contraria al mantenimiento de la estabilidad mediante presiones indirectas de carácter administrativo o presupuestal”, defiende el historiador Eduardo Turrent, ex funcionario del Banco de México.
Sin embargo de acuerdo con un análisis del Banco de Pagos Internacionales (BIS) respecto de las buenas prácticas de gobierno corporativo en los institutos centrales, se señala que la tendencia está cambiando y que se avizora una mayor rendición de cuentas. La exigencia ciudadana sobre la rendición de cuentas está tocando a las puertas del banco central. Es hora de ponerla sobre la mesa.
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